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miércoles, 18 de abril de 2012

LA PEPA. RAZONES PARA UNA CONMEMORACIÓN


El pasado 19 de marzo celebramos el bicentenario de la proclamación de la Constitución de 1812, por todos conocida como La Pepa. Con ella se incorporan por primera vez a nuestro acervo político una serie de elementos que marcan  un cambio de época: la Constitución delimita la nación española y proclama la soberanía nacional por encima de cualquier otra fuente legitimadora del poder del Estado, de manera que los hasta ahora súbditos se convierten en ciudadanos con capacidad de intervenir en la cosa pública; también establece la división de poderes, la libertad de prensa, el derecho a la instrucción pública... España empieza en este momento a escribir la etapa Contemporánea de su Historia, tal y como sucede en el resto de países de nuestro entorno. Lo que sucede en España desde 1808, en la línea de estudio que plantea Antonio Fernández, no es sino una "Revolución Atlántica" más en el proceso de construcción de la contemporaneidad, en tanto fin del Antiguo Régimen en Europa: la economía de base agrícola, la sociedad estamental y el absolutismo teocrático propios de la modernidad empiezan a ser sustituidos por una economía de base industrial, una sociedad de clases, y un Estado liberal. Este momento en Francia lo habría marcado el estallido de su revolución en 1789 y la redacción de su Constitución de 1791, y en Estados Unidos la proclamación de independencia en 1776 y su Constitución de 1787.
Sin embargo, también es necesario recordar que el próximo 4 de mayo se cumplirán los 198 años del decreto promulgado por Fernando VII en Valencia, y que declaró la Constitución y todos los decretos sancionados por las Cortes "nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás tales actos, y se quitasen de en medio del tiempo...". El rey Deseado (enseguida convertido en Felón) hizo suyos todos los argumentos absolutistas y anuló la Pepa, restauró el sistema señorial y la Inquisición, acabó con la libertad de imprenta..., mientras en las calles de muchas ciudades españolas se oía el infame "vivan las caenas".
Todo ello sucede entre 1808 y 1814... en sólo 6 años los españoles ("de ambos hemisferios") pasaron de súbditos a ciudadanos, y enseguida de nuevo a súbditos... y si ponemos el foco en lo de "las caenas", de forma un tanto complaciente.
¿Debe interpretarse esta sucesión de acontecimientos como consustancial a la Historia de España? ¿Es este ciclo uno más, quizás el primero en términos cronológicos, de esa eterna sucesión de intentos de cambio hacia la modernidad, todos ellos frustrados, y que justifican el retraso de nuestra país en relación con los del resto de Europa? En este caso no lo creo. Por supuesto que cabe esa interpretación. Pero también otras, las que vienen trabajando hace tiempo una buen número de historiadores, empeñados como poco en matizar esa idea de excepción con la que demasiadas veces se ha mirado la Historia de España. Sólo presentaré tres argumentos que considero pueden apoyar esta visión.
En primer lugar creo que todos estaremos de acuerdo (fuera del ruido de las celebraciones y excesos conmemorativos) en que lo sucedido en ese corto período de tiempo que va desde la constitución de las Cortes en 1810 hasta la proclamación de La Pepa fue algo excepcional, con un país en guerra y gobernado por un monarca impuesto. Las Cortes redactan una Constitución que, salvo en lo referido a su carácter exclusivamente católico, se inspira plenamente en la francesa de 1791, y podríamos calificarla de progresista para su tiempo. Del mismo modo, esas mismas Cortes promulgan una serie de decretos que activamente quieren terminar con el Antiguo Régimen: abolición de los señoríos, fin de las cargas feudales, abolición del Santo Oficio, establecimiento de la "instrucción pública"... Bien es cierto que el 4 de mayo todo termina (no exactamente, la Constitución vuelve a estar en vigor un poco más tarde y bajo el mismo monarca en el período 1920 - 1923 y aún después...), pero no lo es menos que es lo mismo que sucede en Francia y en el resto de Europa... El proceso revolucionario francés, lleno de vicisitudes, termina con la monarquía de Luis XVIII y su Carta Otorgada..., y en Viena se reúne un Congreso que quiere volver a poner a Europa bajo el gobierno de la Corona y el Altar, arrancando de raíz toda veleidad revolucionaria, y que a este fin crea la Santa Alianza, de cuya efectividad los Cien Mil hijos de S. Luis, al mando del de Angulema, dieron clara muestra a los españoles.
En segundo lugar, es necesario subrayar que toda Europa necesitó de tres procesos revolucionarios que se suceden a lo largo de la primera mitad del XIX para lograr la caída definitiva y perdurable del Antiguo Régimen: el de 1820, que arranca en España con el levantamiento de Riego, el de 1830 y el de 1848... mucho tiempo hizo falta al occidente europeo para llevar a cabo las primeras grandes transformaciones que abocetan lo que luego será nuestro presente, por tanto, mucho tiempo hizo falta a todos, no sólo a España.
Por último, es indudable la influencia de la Constitución de 1812 tanto en Europa (Portugal, Nápoles, Turín, Bélgica...) como en toda la América española, a medida que las colonias acceden a su independencia.
Por todo ello, no estaría de más poder contar con esta interpretación de los acontecimientos del 12 cuando explicamos la Historia Contemporánea de España, quizás no seamos (al menos en esta ocasión) esa excepción que tanto lloraron lo intelectuales del 98, y nos encontremos - puede que con peculiaridades y algo menos de fortuna que otros países - en esas grandes corrientes de transformación que afectaron a nuestro entorno geográfico y cultural más próximo.

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