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viernes, 23 de diciembre de 2011

La Historia actual y las competencias educativas

Todas las asignaturas de la Enseñanza Secundaria Obligatoria y Bachillerato deben ayudar al alumno al logro de las ocho competencias básicas, las perfiladas por el grupo DeSeCo, y ya incorporadas a nuestro sistema educativo vía LOE y LEA. Sin embargo, considero necesario destacar que a las asignaturas propias del departamento de Ciencias Sociales, Geografía e Historia (y también a las del Departamento de Filosofía) les compete de manera más significativa lograr el desarrollo de la competencia social y ciudadana. La integración social del alumno, y con ella su incorporación a la comunidad política y social en la que se desenvuelve, su integración en la misma con sentido crítico y de manera responsable, exige, entre otras cosas, el conocimiento del entramado institucional que articula nuestra convivencia, los principios teóricos que lo soportan, y cómo ha llegado a ser lo que es, atendiendo al análisis de sus antecedentes. La Historia, la Geografía o la Historia del Arte aportan las herramientas de análisis básicas y los conocimientos necesarios para que esa integración se produzca. Veamos algunas razones que, a mi parecer, sostienen esta aseveración:

  1. La historia, por definición, ofrece una aproximación a la realidad social desde la perspectiva de sus configuración en el tiempo. Todo acontecimiento, institución, organización... se constituye a partir de unos antecedentes que dotan de sentido pleno a ese objeto de estudio. Digamos que nada se puede entender completamente si no contamos con su origen. Nada aparece por generación espontánea en lo social, todo está en permanente construcción (y derribo...)
  2. Del mismo modo, si la historia permite la comprensión del pasado desde un determinado presente, también nos puede dar información para realizar prospecciones de futuro. No quiere esto decir que nuestra materia permita la adivinación del porvenir. Todo presente está preñado de incertidumbre. Sin embargo, una buena descripción del mismo, apoyado en un buen análisis de sus procesos de gestación permite aventurar por qué caminos (subráyese el plural) podría discurrir en adelante. Y, claro está, toda prospección habrá de estar en permanente revisión en función de cómo se vayan sucediendo los acontecimientos.
  3. La historia ofrece una aproximación a la realidad que pretende explicar la diversidad geográfica de todo fenómeno social. La realidad es diversa, distinta, según dónde suceda el fenómeno analizado. La conciencia y comprensión de esta complejidad es enormemente saludable, enriquece cualquier análisis, y en buena medida relativiza los conflictos.
  4. La historia aprovecha conocimientos de otras disciplinas en su trabajo: la sociología, las ciencias políticas, la economía, el derecho... procurando dar una visión completa y compleja del objeto de estudio, describiendo una realidad poliédrica y de explicación múltiple, de acuerdo a los distintos parámetros ideológicos, sin perder nunca de vista el logro del mayor grado de objetividad posible. Esta objetividad sólo es posible con la aplicación de unos principios de investigación rigurosos: descripción y crítica de fuentes (documentales, bibliográficas...), establecimiento de hipótesis, revisión de las mismas a medida que avanza el trabajo y obtención de conclusiones.

Si todo lo anterior es aplicable si reflexionamos sobre cualquier período de la historia de la humanidad, lo es más si lo utilizamos en el análisis del tiempo presente: una realidad que cambia a una velocidad de vértigo y que genera una cantidad de información que pretende explicarla tan grande y diversa que resulta inabordable.... Está claro que nuestros alumnos (y no sólo ellos) necesitan de las herramientas y métodos que ofrece la historia para el estudio de esa complejidad económica, social, política y cultural que les rodea, tanto para comprenderla, como para integrarse en ella, de una manera crítica y constructiva, en suma, de una manera responsable.

Si la adquisición de una competencia supone que el alumno es capaz de poner en juego todos sus conocimientos (formales e informales) para el desarrollo de tareas complejas, la adquisición de la competencia social y ciudadana debe permitir a nuestros adolescentes acceder a la condición de ciudadanos, de miembros plenos de la comunidad, con capacidad de participar en la elaboración de un discurso coherente que la describa, identifique sus problemas, y pueda aportar soluciones a los mismos.

Creo que este ambicioso objetivo no podemos perderlo de vista (y menos con los tiempos que corren, "con la que está cayendo" que diría el castizo) de no ser que, lo que pretendamos con las competencias, no sea sino que nuestros jóvenes entiendan las ofertas de descuentos del Carrefour.



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